Hay momentos en
los que ni desaparecer parece una opción segura. No sé si me explico.
Me puedo pasar
horas y horas frente a un papel en blanco, intentando de alguna forma expresar
todo lo que pasa por mi cabeza y sentirme… ¿comprendida?
Pero
nada parece suficiente.
Ni
seguramente nada lo sea.
Porque
estoy en uno de esos momentos en lo que sólo una sonrisa de la persona indicada
podría levantarme el ánimo. Pero como de costumbre, mi mala suerte me
caracteriza. Y parece imposible que esa persona hasta se dé cuenta de que sigo
aquí. De que nunca me he ido.
Me
voy acostumbrado.
Sí,
he llegado a acostumbrarme al hecho de que no voy a tener buena suerte, por lo
menos por un tiempo. Y tengo que sobrevivir con esto.
Conmigo
siendo así, y sin poder cambiarlo.
Y
con todo lo que eso conlleva.
Porque,
¿quién sabe? Tal vez dentro de un tiempo pase algo decente por mi vida, algo
que medianamente me saque una verdadera sonrisa, de esas que parece imposible
sacar. Hasta que cuando menos te lo esperas, lo hacen.
Así
que vamos a dar una oportunidad a estos últimos días de 2013, y, sobre todo, al
año que se nos viene encima.
A
este 2014. Porque una parte de mi está impaciente por saber qué va a ofrecerme este año.
No sé que esperarme. Y tú, ¿qué esperas del nuevo año?